miércoles, 3 de septiembre de 2014

El Niño. Cine

Críticas


 
El Niño
Escrita por: Javier Ruiz de Arcaute | 29 agosto | 8:34 AM
 Daniel Monzón |  Jorge Guerricaechevarría, Daniel Monzón |  Luis Tosar, Bárbara Lennie, Jesús Castro, Jesús Carroza, Mariam Bachir, Saed Chatiby, Eduard Fernández, Sergi López, Moussa Maaskri, Ian McShane |  Carles Gusi |  Cristina Pastor | Roque Baños |  Antón Laguna |  Álvaro Augustín, Ghislain Barrois, Borja Pena, Javier Ugarte |  Victoria Borrás, Jordi Gasull, Emma Lustres, Edmon Roch |  Ikiru Films, Vaca Films, Telecinco Cinema, StudioCanal, Mediaset, Ono, Maestranza Films |  Hispano Foxfilm


Nota de los lectores:
Rating: 5.6/10 (45 votes cast)

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Una de las realidades con las que en este país convivimos sin enterarnos mucho es el narcotráfico. España es la puerta a Europa de toda la droga proveniente de África y Latinoamérica, pero tal y como comentaba Roberto Saviano en la entrevista que le hizo Jordi Évole hace unos meses, no nos enterábamos porque en España no ocurría lo que sí sucede en otros países con serios problemas de narcotráfico: no existe una disputa territorial de grandes clanes de la droga. Por tanto, no hay casi crímenes, y eso convierte al negocio de la droga en un problema menor a ojos del ciudadano de a pie. Sin embargo, El Niño incide justo en eso que nos es ajeno y pone de manifiesto cómo el puerto y las playas de Algeciras suponen uno de los mayores coladeros de droga del mundo.
El Niño ya daba la sensación en el tráiler de tener, no sé si de forma consciente, una considerable influencia del cine de Michael Mann y Paul Greengrass, el pulso y romanticismo del primero mezclado con el verismo del segundo. Pero no es Heat a la española, eso es la tendencia tonta de poner etiquetas referenciales (y un deseo pajillero), aunque sí comparte con esa película el contar dos tramas paralelas de personajes a ambos lados de la ley, donde, más que hablar de buenos y malos, habla de honor, amistad, amor y compromiso. De un lado, un policía antidroga (Luis Tosar), frustrado por ver cómo sus esfuerzos por detectar grandes cargamentos de droga, ocultos en los contenedores que pasan por el puerto, se van al traste. Por otro, un joven de barrio conocido como El Niño (Jesús Castro), que se dedica al mantenimiento de embarcaciones y disfruta cruzando el estrecho de Gibraltar a toda pastilla en su moto de agua. La aparición de un cadáver decapitado colgando de un puente, un método propio de mafias del Este de Europa, pone la alerta sobre un nuevo y peligroso grupo de traficantes hasta ahora desconocidos. A su vez, El Niño, junto a su amigo de toda la vida, ve la oportunidad de hacer dinero fácil y vivir emociones fuertes haciendo lo que mejor sabe, navegar a toda leche, pero con un porrón de kilos de droga encima.
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A partir de aquí la película se apoya en sus dos pilares básicos: los personajes y el riguroso retrato del mundo del tráfico de drogas en el estrecho de Gibraltar. Quizás, eso es cierto, las historias personales resulten algo convencionales. Se trata de un proyecto con clara vocación taquillera y para ello trata de presentarnos el tipo de personajes y conflictos propios del género, sin grandes complejidades, pero también sin fisuras, fruto de recopilar mucha información sobre el tipo de gente que se mueve en este mundo: jóvenes sin demasiado futuro y con ganas de emociones fuertes y policías que viven por y para un trabajo cuyos efectos son casi imperceptibles. Dos estilos de vida que, bien por intensidad e inconsciencia, o bien por compromiso y riesgo, acaban minando cualquier posibilidad de llevar una vida corriente.

‘El Niño’ tiene la gran virtud de ser un excepcional análisis del mundo del narcotráfico en España con la apariencia de un sólido thriller comercial.

Hay por momentos algo de descompensación entre ambas historias, porque empezando la película muy pegada a la trama policial, pronto decanta casi todo el peso sobre la del Niño y su entorno. Por suerte aquí llega uno de los grandes hallazgos de la película, un cuarteto de personajes, como digo, quizás algo convencionales en sus tramas, pero muy ricos en matices. Hay mucho trabajo de guión en la caracterización de los mismos, mucho trabajo de empaparse de cómo se habla en Cádiz en esos estratos sociales y una gran labor de casting donde, salvo Jesús Carroza (brutal), todos los actores son debutantes que clavan sus personajes. Jesús Castro tiene el magnetismo perfecto para encarnar al Niño, a medio camino entre el joven desafiante e inconsciente de barrio y un frío piloto de Fórmula 1, y está muy bien secundado por Carroza y los sorprendentes Mariam Bachir y Saed Chatiby. Un cuarteto que respira mucha verdad y que es el alma de la película. En la trama policial, que pierde algo de peso respecto a la otra, se opta más por la sorpresa y el thriller puro, con pequeñas historias personales que van tomando relevancia en el desarrollo de los acontecimientos. Está claro que con Tosar, Lennie, Fernández y López, se juega sobre seguro y decir que los actores están bien es una obviedad. Son los galones para terminar de dar empaque a la peli.
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Pero sin desmerecer lo anterior, es en el análisis y representación de todo el entramado del narcotráfico donde la película juega a un nivel inmejorable. Hay una rigurosidad periodística que, unida al hecho de haber rodado todo en escenarios reales, dan una veracidad brutal a la historia. Desde el descomunal puerto, que abre y cierra la película diciéndote “encuentra aquí lo que buscas si tienes huevos”, hasta la frontera de Ceuta con Marruecos, pasando por Tánger o Gibraltar. Una película que es capaz de hacer confluir, como sucede en ese pequeño espacio, tres naciones distintas en el eje del narcotráfico, una configuración estratégicamente vital para las mafias. Monzón y Guerricaechevarría nos llevan además por todo el proceso del tráfico de hachis, desde las plantaciones en Marruecos hasta las playas de Cádiz, pasando por cómo se extrae el polen de la marihuana, cómo se contrata a los gomeros (los pilotos de las lanchas que cruzan el estrecho), los sobornos policiales, el transporte a las lanchas y la descarga de las mismas, las técnicas para burlar a la policía con señuelos y falsos envíos, etc. Un nivel de detalle con el que cualquier persona mínimamente curiosa va a disfrutar de lo lindo.
Y luego, como concesión al entretenimiento puro y duro, hay dos grandes secuencias de persecución en alta mar entre el helicóptero de la policía y la lancha de los protagonistas. Una nocturna y otra a plena luz, que sirven para unir ambas tramas y sus personajes principales y establecer un duelo que, durante el resto del metraje, se da a larga distancia.
Se trata de una película muy potente, quizás con esa ligera descompensación de tramas y, en algún momento puntual, pelín estancada por eso de dar un poco de AMOL a los protagonistas. Pero son problemas menores en comparación con la notable construcción de los personajes (sobre todo el grupo del Niño) y, especialmente, la impecable radiografía de un mundo que, dicho sea de paso, apenas se había tocado en nuestro cine. Se agradece que la incursión en el mismo sea por la puerta grande y sin renunciar un ápice a la vocación comercial de la película. Una muestra clara y rotunda de la importancia de la documentación e investigación a la hora de construir un buen guión.


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