miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los fondos buitres

Cristian Campos: Argentina, buitres y pagafantas

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Estoy tan acostumbrado a la jeta estratosférica del español medio que me ha sorprendido el amor súbito que mis compatriotas han demostrado durante los últimos días por la ley, el orden y las rectas costumbres. Y digo «compatriotas» por razones puramente administrativas: la afinidad sentimental la llevo yo por otros caminos.
El caso es que hasta me he puesto tierno, oigan. ¿Será posible que en el país que ha adoptado como lema vital el «yo me jodo pero tú te jodes el doble» haya brotado de repente la semilla de la bondad? No, hombre, no: es que los que se van a joder ahora el doble son los argentinos.
Y ahí que se ha lanzado media España a lanzarle vivas a los fondos buitre, a Aurelius Capital Management y a NML Capital Elliott como si el mundo se acabara mañana.
Es un espectáculo magnífico. La patria del pago en negro, del pelotazo urbanístico, de los rescates bancarios, de las herencias en Suiza, de los sobres y las mamandurrias, de las ministras con mantilla, del negociado en el palco del Bernabéu, de los caciques aclamados en las calles de su pueblo, de las reformas medievales de la ley del aborto, de la monarquía comisionista, del agua, el gas y la electricidad pagados a precio de caviar iraní… mostrándose respetuosa hasta el babeo con las resoluciones del juez federal Thomas P. Griesa y con el libertarismo financiero más puro, aborigen e indomesticable. Daría risa si no resultara patético. Hasta algunos de los votantes de Pablo Iglesias, los de «que pague tu madre», andan ahora diciendo en los comentarios dePúblico que las deudas se pagan.
En realidad, me he quedado corto con lo de «media España». La cifra debe de rondar más bien el 75%. O ese, al menos, era el porcentaje de telespectadores de Tele 5 que dijeron preferir la victoria de Alemania sobre Argentina durante la pasada final del Mundial. No me digan que no tiene narices la cosa: después de pasarnos años despotricando de la Merkel, del Deutsche Bundesbank y del IV Reich, llega la final Argentina-Alemania y tres de cada cuatro españoles se ponen del lado de la dominatrix. Del lado de unos individuos que el lunes a la hora del desayuno ya se habían olvidado del título recién ganado. Y no exagero: el diario El País le preguntaba en portada a un alemán por sus emociones pocos minutos después del final del partido y el hombre le respondía con un «no haré nada especial, mañana me levanto a las siete». Un koala narcoléptico habría demostrado más pasión.
Y con esta gente, en definitiva, se identificó el 75% de los españoles. Menuda combinación: españoles, pagafantas y pechofríos. ¿En qué momento perdió ese 75% de españoles las ganas de vivir?
En realidad, la deuda externa argentina actual no se la ha sacado de la manga Cristina Fernández de Kirchner. Es más: ni siquiera se puede culpar al peronismo de ella. De todos los errores que cometió Perón y que han conducido a la Argentina a su situación actual, el único que no cabe imputarle es el de la deuda.
Porque la deuda externa argentina, que hasta los años sesenta se mantuvo en terrenos medianamente razonables, se desbocó un 364% durante la dictadura militar de 1976-1983. Ya saben, la de esos rubísimos, aristocráticos, europeizados, liberales y anglófilos gentlemen de la Armada argentina que solían introducir cucharas conectadas a un generador eléctrico en la vagina de las embarazadas para picanear —es decir electrocutar— al feto. Y entre vuelo y vuelo de la muerte, a estos tipos aún les quedó tiempo para estatizar las deudas de docenas de empresas privadas argentinas. Es decir de obligar a los argentinos a que corrieran con los gastos de la fiesta de empresas como Autopistas Urbanas, Pérez Companc o Acindar. Gracias a eso, por ejemplo, el señor Gregorio Pérez Companc continúa siendo hoy en día el bípedo más rico de la Argentina. ¡Aún habrá algún demagogo que opine que, dado que los argentinos han pagado buena parte de sus deudas durante los últimos treinta años, quizá va llegando la hora de que la familia Pérez Companc se haga cargo personalmente de lo que quede por pagar de ellas!
¿El segundo culpable de la actual deuda externa argentina? Otro liberal de la muerte. Carlos Saúl Menem, que la incrementó un 123%. A su lado, Fernando de la Rúa, que salió de la Casa Rosada en helicóptero, solo la aumentó un 9% —también es cierto que duró menos que un caramelo en la puerta de un colegio.
Y, por cierto. Para crisis, la de 2001. La del corralito. Treinta y nueve muertos de nada y la gente comprando en los supermercados con una moneda de juguete llamada patacón. Comprenderán que se me escape la risa cuando leo a la nueva izquierda española hablando de la revolución en Facebook. Que me despierten cuando lleven cuarenta muertos y anden pagando el arroz con billetes del Monopoly.
Pero vamos a hablar de deuda externa.
En 2005 y 2010, Argentina ofreció sendos canjes de deuda externa a los tenedores de bonos del país. Es decir una rebaja de esa deuda a sus acreedores. Aquí hay que recordar que la reestructuración de deuda no es un invento argentino ni una herramienta excepcional en las finanzas internacionales. Varios países perfectamente viables las han llevado a cabo en el pasado sin que nadie se escandalizara demasiado. El mismo Club de París ha tramitado desde su fundación cuatrocientos ocho aplazamientos para ochenta y seis países. Y eso se debe a dos razones.
La primera es que no tiene excesivo sentido crujir a alguien que, lisa y llanamente, no va a poder pagarte jamás todo lo que te debe. Llegado el caso, mejor cobrar diez de veinte, y si te he visto no me acuerdo, que litigar durante décadas para acabar cobrando cero.
La segunda es que, a fin de cuentas, todo aquel que invierte en un país con una economía precaria o ciclotímica sabe que está corriendo un riesgo cierto de impago.
Y, entonces, ¿por qué determinado tipo de inversor invierte en esos países? Obviamente, porque las ganancias potenciales son mucho mayores que las que pueden obtenerse invirtiendo en deuda alemana o sueca. A mayor riesgo, mayor beneficio.
Y por eso el 92,4% de los tenedores de bonos del país aceptaron en 2005 y 2010 ese canje de deuda ofrecido por el Estado argentino. Porque cuando uno se lanza a por un interés decenas de veces superior al que ofrecen los países sanos sabe perfectamente que corre un riesgo muy elevado de perder todo su dinero. Aunque los únicos que han perdido dinero aquí, a manos llenas y sin que nadie les haya preguntado si querían o no correr el riesgo, son los argentinos. Y más concretamente los que no tienen ni para bonos.
Pero el problema no está en el 92,4% que aceptó el canje. El problema está en el 7,6% que no lo aceptó. Y ni siquiera en ese 7,6%, sino en dos relativamente pequeños fondos de inversión que, en total, no llegan ni al 1% de los acreedores. Son los ya mencionados Aurelius Capital Management y NML Capital Elliott.
Si les puede la curiosidad, intenten buscar en internet al primero de ellos, teóricamente el más beligerante del dúo. El primer resultado que aparece es la página web del grupo europeo Aurelius, que se dedica a la compra de empresas «con potencial de crecimiento». Lo divertido es que al abrir la página del grupo Aurelius te topas de bruces con una ventana informativa que avisa al visitante desprevenido de que ellos no tienen nada que ver con los Aurelius que han denunciado a Argentina. También dicen que, por no tener nada que ver, ni siquiera los conocen. Así, literalmente: «Ni siquiera los conocemos». Normal, por otra parte: a nadie le gusta que le relacionen con según qué tipo de seres humanos.
Imagen: www.aurelius-capital.com
Imagen: www.aurelius-capital.com
La segunda opción es la buena. Aurelius Capital Management, una firma privada de inversiones domiciliada en Nueva York. Y ya.
Cuando digo «y ya» es que «y ya». Esa es toda la información que ofrece su página web. Ahí llevan la captura de imagen:
Imagen: www.aurelius-capital.com
Imagen: www.aurelius-capital.com
Dirección, teléfono y email en una página web que podría haber sido diseñada hace veinte años. Una gente transparente, los Aurelius. Como para fiarte de ellos. Hasta la página web de la firma de Leonardo DiCaprio enEl lobo de Wall Street debía incluir algo más de información.
En realidad, ni Aurelius ni NML forman parte de los compradores de deuda argentina «originales». NML, por ejemplo, compró en 2008 —una vez ya se había ofrecido la primera reestructuración de deuda— bonos argentinos por valor de cincuenta millones de dólares. Es decir a precio de deuda rebajada. Inmediatamente después, NML denunció a Argentina por el 100% del valor de esos bonos, ochocientos millones de dólares. Un beneficio del 1600%. Porque a NML no le bastaba con el 300% de beneficio —que es el que habrían obtenido si no hubieran litigado contra Argentina en los tribunales—. Ellos querían el premio gordo.
Hagan la prueba. Monten ustedes un negocio cualquiera. Tendrán suerte si después de mucho esfuerzo y de unos cuantos cuernos rotos logran un beneficio del 5 o del 10% anual con respecto a su inversión inicial. Si pegan ustedes un pelotazo típicamente español, es decir si son ustedes el cuñado o la pilingui de un alto cargo del ministerio de turno, su beneficio podría llegar al 20 o el 30%. Más allá de esa barrera del 30% no existe prácticamente ningún negocio de economía productiva. Solo chiringuitos de economía financiera. Bancos, agencias de inversión, fondos buitre y el resto de la patulea habitual.
Y aquí ocurre algo muy curioso. Argentina podría haber acatado la sentencia del juez Griesa que le obliga a pagarle su 1600% a Aurelius y NML. Porque Argentina tiene ese dinero. El obstáculo es una cláusula llamada RUFO. La RUFO permite que cualquier acreedor de los que aceptaron la rebaja en 2005 y 2010 solicite que le sea pagado el 100% de sus bonos si el Estado argentino le paga ese 100% a otro acreedor. Porque una cosa, claro, es ser bueno y otra muy diferente ser tonto.
La trampa, en definitiva, no está en los mil quinientos millones de dólares que Argentina debería pagarle a Aurelius y NML. La trampa está en que en el momento en el que se le pague el 100% a Aurelius y NML… el resto de los acreedores también exigirá su 100% en los tribunales. Y en ese caso ya no estaremos hablando de mil quinientos millones de dólares a pagar por Argentina sino de decenas de miles de millones. Quizá, solo quizá, más millones de los que atesora el país en sus reservas. Y por eso Argentina, aún pudiendo pagar, se niega a pagar. Porque la alternativa a una suspensión de pagos selectiva, que es en la que se encuentra ahora el país, es una suspensión de pagos total. Es decir el retorno a 2001.
Pero si aún sufren ustedes por las pérdidas de Aurelius y NML, tengan en cuenta esto: Aurelius y NML podrían haber pactado con Argentina cobrar en enero de 2015 sus mil quinientos millones de dólares. ¿Por qué? Porque la cláusula RUFO expira en diciembre de 2014. Aurelius y NML solo tenían, en definitiva, que esperar unos meses. Pero han preferido provocar la suspensión de pagos argentina. Acerca del porqué solo hay especulaciones. Aunque la explicación más obvia y más sencilla es que Aurelius y NML han suscrito pólizas de seguro contra el impago de Argentina que, muy posiblemente, superan la cantidad de dinero que podrían llegar a cobrar gracias a la sentencia de Griesa. Es decir que cerrándose en banda a la negociación y provocando la suspensión de pagos del país van a acabar ganando más dinero que el reclamado en los tribunales.
Una historia de terror, ¿cierto? Y sí: yo también leo Clarín, y La Nación, y Perfil, y Página/12. Y veo perfectamente lo que ocurre hoy en Argentina. También puedo ver en sus medios de comunicación una infinita capacidad de fabulación hiperbólica. Como puedo ver perfectamente lo que ocurre hoy en España y cómo los medios españoles —y sus lectores— se regodean en esa rancia ruindad de pueblo pequeño tan típica de por aquí. Pero es que Argentina y España no existen. Son mentira, una ficción administrativa, puro chamuyo. Argentina son los argentinos. España, los españoles. Aurelius y NML, los tipos que se presentan en sus oficinas a las 10:00 de la mañana dispuestos a rebuscar en los rincones del sistema, vía Islas Caimán, rentabilidades superiores al 1000% aunque para eso haga falta reventar un país entero. Y la ley, la excusa con la que el detentador del poder en una época histórica determinada le da la razón a uno u otro contendiente en función de sus intereses coyunturales del momento.
Pero no nos pongamos nihilistas. La pregunta es, ¿por qué debería permitírsele a los mercados financieros el mismo tipo de comportamiento que consideramos intolerable a nivel individual? ¿Qué beneficio superior, qué entidad supraindividual, justifica tanta magnanimidad? ¿En qué página del manual del buen liberal se dice que el riesgo y la posibilidad de perder todo el dinero invertido son buenos e incentivadores y sanos… excepto en el caso de las entidades financieras?
Aunque, en realidad, todo esto no es más que una mala obra de teatro protagonizada por idiotas henchidos de ruido y furia. Porque nada de lo que puede leerse hoy en día en los diarios y en las redes sociales, nada de lo que puede verse en la televisión o las pantallas de nuestros móviles, tiene ni la más mínima relación con nuestra vida real.


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